sábado, 13 de febrero de 2010

Era previsible el incremento de precios.


El mal clima que afectó a los productos agropecuarios, sumado al alza en impuestos, gasolinas y gas provocaron que en enero la inflación regresara a niveles que no se veían desde hace 10 años. Si algo faltaba para aderezar el pastel de la reforma fiscal del 2009, era la intromisión del mal tiempo. No cabe duda que el presidente Felipe Calderón lleva tiempo sin ángel de la guarda.


El Banco de México informó que en el primer mes del año, los precios al consumidor subieron 1.09%, con lo cual, en dato anualizado, se colocó en 4.46% La última vez que subió la inflación por arriba de 1% fue en enero del 2000, cuando se colocó en 1.34%. Los analistas esperaban un promedio de 0.5, 0.8% en sus estimaciones. Banamex, destacó que aun así el resultado anual está dentro del intervalo establecido por el banco central para el primer trimestre de entre 4.25 y 4.75%.


Para eximir un poco al Gobierno Federal de éste drástico incremento, hay que informar a los ciudadanos que, por un lado era previsible que en enero se realizaran ajustes en los precios por efecto de los nuevos impuestos y el aumento de las gasolinas; en teoría, se esperaba una escalada inflacionaria; sin embargo, el mal clima vino a complicar el escenario para la Secretaría de Hacienda y el Banco de México que ahora tienen que cargar con el impopular e inesperado incremento.


Por otro lado, debemos considerar el efecto de la “Inflación Subyacente” que opera en productos de temporada como las frutas y las verduras. Tan solo en enero incrementaron 2.54%. Seguramente en los meses subsecuentes, pasado el invierno, sobre todo, los precios en estos productos tenderán a estabilizarse y con ello, regular el INPC. Esto supone una lenta y larga asimilación de parte de empresarios y consumidores. No obstante, las estimaciones sobre la inflación al final del año llegan a 5.44%, un punto porcentual por encima de lo previsto por nuestras autoridades monetarias.


Esto es un llamado de atención drástico a la Secretaría de Hacienda y al Banco de México. Nuestro país, artificialmente, lleva no menos de 5 años subsidiando las gasolinas, con lo cual, están sosteniendo la poca competitividad con que opera PEMEX, en tanto se discute, se reforma, y se vuelve a discutir, la posibilidad de abrir la puerta a la inversión extranjera a la paraestatal, o por lo menos hacerla más eficiente. La verdad, con un presidente subordinado al poderoso sindicato petrolero, no hay mucho que esperar al respecto.


Lo que nos lleva a reflexionar sobre el tipo de gobierno que necesitamos los mexicanos y entidades como la nuestra. Ante un escenario recesivo, de baja recaudación fiscal, y de muy pobre articulación económica interna, requerimos de estructuras públicas que promuevan la inversión productiva y no solamente cultiven el asistencialismo.


En esta ocasión, además de los impuestos, los precios de las gasolinas y el gas, el mal clima vino a complicar más el escenario sobre los precios. Es momento de preguntarnos qué tipo de país es el que necesitamos: un modelo económico que privilegia el asistencialismo o la generación de riqueza.


No cabe duda que nuestro país lleva tiempo sin ángel de la guarda. Lo que me queda claro es que el clima mejora y cambia porque obedece a factores de la naturaleza, pero lo verdaderamente dramático es que las leyes que cambian a cada rato quienes administran nuestros impuestos, están subordinados a la naturaleza irracional de partidos y posiciones políticas. Es absurdo, pero en un país como el nuestro es cotidiano.

Leonardo Alvarez

No hay comentarios.: