viernes, 30 de abril de 2010

¿Quién miente?: ¿La Federación o el Estado?


La oposición le cargó la culpa completita al gobierno federal por la crisis económica de 2009. La realidad es que efectivamente esta crisis llegó de "afuera"; lo reprochable es lo mal que se afrontó, lo tarde que se reaccionó y el bajo perfil de los principales colaboradores de Calderón.

Hoy, con ese mismo tono, la Federación pregona que ya salimos de la crisis y que vamos a recuperarnos pronto. La realidad, es que todas las estadísticas las están referenciando al 2009, cuando por la caída brutal, cualquier cifra generará un crecimiento importante en los indicadores económicos. Serán datos subjetivos.

Lo que se debe hacer es compararnos con niveles previos a la crisis para tener una perspectiva real de los daños, pero ninguno de los dos, ni Federación ni Estado dirán la verdad. Son elecciones y deben sacar el máximo provecho de los datos.

Una vez más, la clase política queda chiquita para el país.

Leonardo Alvarez

El trabajo de generar trabajo…

El tema de hoy es reprochar a la gobernadora de Arizona la Ley totalmente racista contra nuestros connacionales; sin embargo, ¿Qué estamos haciendo para evitar que esa gente se vaya por falta de trabajo en México?


Antes de emitir pronunciamientos públicos, antes de pedir que dejemos de comprar productos de Arizona, que solicitemos la intervención del propio Barack Obama y que pongamos una queja ante las Naciones Unidas por el atentado a los derechos humanos que se está gestando en Arizona –y me temo que en más Estados Norteamericanos, porque ellos están librando su propia crisis--, dediquémonos a resolver nuestra incapacidad sistemática para crear fuentes de trabajo en nuestro país. El problema lo tenemos en casa y no en la frontera.

Este sexenio en el que la principal promesa de campaña fue la generación de empleo, y que, después, pasó a segundo plano por el tema de la “lucha contra el crimen organizado”, nos demuestra lo errada y fallida que está nuestra política: Somos el país del Blof!, de las promesas de todos los políticos y de todos los partidos en México.

Hoy, por ejemplo, me resulta ofensivo escuchar que el Gobierno Federal promueve la generación de 290 mil empleos durante el último año, cuando en realidad, sería más correcto argumentar que “los hemos recuperado”. Y que esa recuperación, aún nos deja un déficit de más de 80 mil entre permanentes y eventuales con respecto a 2008.

Pero lo más dramático es que si nos enfocamos solo en los empleos permanentes, es decir, aquellos que son para profesionistas a mediano y largo plazo, el déficit llega a más de 245 mil personas respecto a marzo de 2008. Con la crisis, perdimos más de 370 mil empleos permanentes en nuestro país.

Es cierto que debemos sacudirnos el pesimismo que nos está inundando, que nuestros indicadores van al alza, que de a poco vamos recuperando el terreno perdido por una crisis que vino de afuera; pero, estamos haciendo muy poco --o nada— de nuestra parte para resolverla aquí dentro. El tema de la Ley en Arizona, las campañas políticas en los estados, la lucha intestina del PAN por conservar el poder y legitimar su lucha contra el narcotráfico, entre otros asuntos.., mantiene la agenda política muy lejos de aquellos temas que pueden ir resolviendo nuestros problemas estructurales de largo plazo: el tema laboral, fiscal o energético, por citar los tres más trillados.

En la agenda local no es muy diferente la situación. Hemos recuperado 6 mil empleos entre permanentes y eventuales que se perdieron en un año; sin embargo, apenas hemos creado 392 más que en 2008. Muy poco para los profesionistas que año con año egresan de su carrera universitaria.

Y si nos enfocamos en los empleos permanentes, el déficit en nuestro estado llega a mil 821 empleos respecto al mes de marzo 2008. Con la crisis, en Durango, perdimos más de 5 mil empleos permanentes. Algo dramático.

El tema de hoy es reprochar a la gobernadora de Arizona la Ley totalmente racista contra nuestros connacionales; sin embargo, estamos haciendo muy poco --o nada— de nuestra parte para resolver el problema de empleo en nuestro país.

Leonardo Alvarez

jueves, 29 de abril de 2010

No echemos las campanas al vuelo

Es cierto que son palpables algunos signos de recuperación de nuestra economía, sobre todo, a niveles macroeconómicos; no obstante, en el estado actual, la recuperación en los empleos se verá reflejada en niveles pre-crisis hasta el año 2012, si a Estados Unidos le va bien, por supuesto.



Ha disminuido la caída porcentual de nuestros principales indicadores desde el tercer trimestre de 2009, poco a poco han repuntado; pero, nuestra economía todavía no se recupera de la contracción económica brutal que padeció el mundo en 2008 y la mitad de 2009. Por ejemplo, INEGI acaba de difundir un comunicado en donde refleja que en febrero 2010, la actividad industrial reflejó un incremento de 4.4%; sin embargo, nos estamos recuperando del desastre ocurrido en febrero y abril de 2009 de (-12.7%) y (-12.5%), respectivamente.

Estos favorables desplazamientos de la producción manufacturera, se explican por la lenta pero constante recuperación de la demanda de bienes exportables hacia los Estados Unidos, principalmente las autopartes, la electrónica, el software y los componentes eléctricos.


Para que México pueda recuperar los niveles de producción y ventas previos a la crisis económica, según estimaciones serias de analistas de Banamex y Bancomer, será entre los años 2013 y 2016. Esto es de acuerdo a la experiencia observada en crisis anteriores (1995) o (1982), y con respecto a los datos del indicador adelantado del PIB, que muestra una recuperación del producto interno en 4.3% en el cuarto trimestre del año pasado.

México, invariablemente, depende de la recuperación de EU; y además, le afectan otras variables internas como el déficit fiscal, los problemas de ingresos federales y un bajo crecimiento económico registrado en la última década. Lo cual no hemos resuelto.

En términos de empleo el problema sigue siendo serio. De manera constante, el desempleo se mantiene en tasas que van de 5 al 5.5% en promedio, que se explica por la enorme cautela con la que las empresas contratarán más personal en el corto y mediano plazo. Por lo menos entre 2010 y 2012, la desocupación seguirá siendo elevada, en tanto se resuelvan los problemas estructurales de nuestra economía interna.


De acuerdo a los recientes comunicados de Hacienda y Banco de México, es cierto que son palpables algunos signos de recuperación de nuestra economía, sobre todo, a niveles macroeconómicos; no obstante, en el estado actual “ineficiente”, la recuperación en los empleos se verá reflejada en niveles pre-crisis hasta el año 2012, si a Estados Unidos le va bien, por supuesto.

Leonardo Alvarez

martes, 27 de abril de 2010

¿Cuáles son los Alcances de la Promoción Económica en Durango?

El desarrollo económico no depende de una varita mágica o de una decisión política. Se trata de un proceso sistemático de promoción y construcción de oportunidades de largo plazo, sustentado en la disponibilidad de infraestructura física, empresarial y educativa, combinado con la provisión de bajos costos de transacción que induzcan economías de escala eficientes para la acumulación de capital productivo. Economías de aglomeración, dicen los economistas.



El reto no es sencillo. Y más, si se trata de un estado como Durango, que ocupa el lugar 21 de entre las 31 entidades federativas en competitividad nacional (Índice del IMCO, 2008). De acuerdo al último dato arrojado por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), en el 2008, Durango cayó cuatro posiciones respecto al mismo índice de 2006, al pasar del lugar 17 al 21 a nivel nacional en términos de competitividad.


En el índice, durante el periodo 2001-2006, Durango muestra una tendencia de competitividad dividida en dos etapas: La primera (2001-2004), muestra un desempeño medio, con movimientos entre la posición 15 y 17; y la segunda etapa (2005-2006), en donde su competitividad cayó a la posición 21.


Una explicación concreta de esta caída lo es comparar el crecimiento real promedio del PIB per cápita de Durango con su trayectoria competitiva, en el cual, se observa que en el año de la mayor caída en competitividad (2005) también se registró una disminución de los ingresos de la población. Para ser más claros, el ingreso per-cápita de las entidades del "Top 3" del ranking (Nuevo León, Coahuila y Baja California), se ubica por encima de los 140 mil pesos anuales, mientras que en Durango se registraron cifras entre 60 y 70 mil pesos por año, por persona. En promedio, existe una brecha en el ingreso de 80 mil pesos al año por persona respecto de las tres entidades que se ubican en la cima de la competitividad estatal.


En ese contexto, la competitividad de Durango analizada por factor de competitividad se caracteriza por estar dividida en tres. Se ubica por encima de la media en un solo factor (Manejo sustentable del medio ambiente) en donde se ubica entre los primeros diez lugares. Está cercano a la media en cuatro factores (Sistema de derecho, Sectores económicos, Sociedad preparada y Mercado de factores) y tiene rezagos importantes (cerca o más del 20% por debajo de la media) en cinco más. En estos últimos se encuentra el principal reto en disminuir el fuerte rezago: Sectores precursores de clase mundial, Aprovechamiento de las relaciones internacionales, Economía estable y dinámica, Sectores económicos en vigorosa competencia y Gobiernos eficientes y eficaces. Con estos números, en relación con los cinco estados de la región Noreste (Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Chihuahua y Durango) ocupamos el último lugar.


En estas condiciones, la verdad, una respuesta concreta al cuestionamiento inicial es complicada porque el desarrollo económico no depende de una sola dependencia o de un solo factor. Además, el papel del gobierno no es generar empresas o empleos; los empleos los generan los empresarios y el capital empresarial de la entidad es un factor que se cuece aparte. Lamentablemente, nuestros líderes empresariales son chapados a la antigua, de estigma caciquil, proteccionistas y con una marcada aversión a la competencia y la competitividad. Lo grave del asunto es que, quien marca la agenda empresarial en el estado, aún y cuando no es ésa su función primigenia, es el gobierno estatal y no los empresarios. Ese es uno de los paradigmas que mueve al Consejo Estatal de Jóvenes Empresarios (CEJ), por ejemplo.

Los cambios que se han realizado actualmente en las oficinas gubernamentales encargadas del Desarrollo Económico local, no sé, a ciencia cierta, si servirán, si fortalecerán el flujo de proyectos, o agilizarán los trámites para que más empresarios accedan a los apoyos. Desde mi óptica, se han manejado en base a agendas políticas y no de criterio económico, como debe ser. La realidad es que no hay un proyecto conjunto, cada secretaría tiene sus programas y su agenda y, lamentablemente, no hay seriedad en el logro de objetivos comunes. Me parece que a lo largo de los últimos 6 años, en materia de desarrollo económico han hecho falta perfiles proactivos en éstas áreas, y no gente que se limita a estar en la oficina esperando a que le lleguen los proyectos. Durante éste periodo de tiempo, faltó consolidar mezclas de recursos entre federación, estado y municipio; que las reglas de operación fueran más dúctiles y adecuadas al entorno de Durango, incluso, se devolvieron recursos a la federación “por falta de proyectos” y; sobre todo, no hubo coordinación suficiente entre las tres áreas de gobierno para fomentar la economía local: los proyectos vía Fondo Pyme y otros programas empresariales con mezcla de recursos fueron escasos.


Ojala que les alcance el tiempo a Francisco Gutiérrez Fragoso y Francisco Quiñones para plasmar su sello en SEDECO y Desarrollo Económico Municipal (lo dudo); y que, Víctor Hugo Castañeda Soto, nuevo Delegado de Economía y Coordinador de Delegados, pueda cambiar la mala percepción que una buena parte de los empresarios tenemos del Fondo Pyme, y que, al menos por estar inmersos en periodo electoral agilice la radicación de recursos comprometidos en mezclas de recursos ante la Federación en varios programas, no sólo de Economía. Los tres funcionarios tienen el beneficio de la duda, aunque llegan en un momento no muy adecuado, pero en el que pueden destacarse y poner su sello en éstas áreas.


En realidad, si queremos incursionar en sectores precursores de clase mundial (software, tecnologías de la información, autopartes, alta tecnología, turismo) y vigorizar nuestra incipiente economía (sectores tradicionales: agropecuario, silvicultura, minería), nuestra prioridad es reducir la ineficiente infraestructura física y urbana que tenemos: carreteras, aeropuertos, vía de ferrocarril, agua potable, energía eléctrica...; crear oportunidades educativas de excelencia en los jóvenes (énfasis en el idioma inglés); desarrollar la cultura empresarial o emprendedora y; no se nos debe olvidar, brindar oportunidad a las nuevas generaciones para despuntar su talento en la consecución de estos objetivos. Se han logrado avances significativos, sin duda, pero no debemos conformarnos.


Nuestro más grave problema histórico es la baja densidad poblacional, y que, derivado de ello, las grandes obras de infraestructura debieron realizarse hace 40 o 50 años, y no en pleno siglo XXI.


El desarrollo económico no depende de una varita mágica o de un capricho o decisión política. Se trata de un proceso sistemático de promoción y construcción de oportunidades de largo plazo. Ahí está el reto para las instituciones dedicadas a la promoción económica en Durango y, sin duda, para todos aquellos profesionistas que tenemos que cambiar el paradigma de buscar una chamba por generar oportunidades de empleo. Esa es la respuesta.

viernes, 23 de abril de 2010

La credibilidad de las encuestas.

En todas las competencias políticas modernas se presenta la discusión sobre las encuestas confiables en épocas preelectorales. Durante años se ha argumentado a favor o en contra de su pertinencia, su metodología, su influencia, la necesidad de regularlas y muchas otras cosas que han contribuido, y mucho, a desarrollar un mercado de especialistas cuyo tamaño depende de la demanda en cada país o estado.



Los actores políticos llámense funcionarios, partidos o candidatos, las usan en menor o mayor medida y las consideran, cuando saben hacerlo, como termómetros de la opinión, pero no siempre las aceptan, sobre todo, si no les son favorables.


Con el tiempo, algunas firmas y algunos encuestadores construyen un prestigio que basan no en un solo resultado exitoso sino en un largo período de investigaciones serias donde muestran su capacidad para pulsar la opinión con investigaciones estadísticas. Éstos investigadores van entrando poco a poco, en una categoría de “confiables” ante los medios de comunicación y los políticos.


Sin embargo, de forma paralela a las campañas políticas, encuestadoras serias y de poco prestigio, junto con políticos y estrategas de campañas, producen tres situaciones por la que normalmente pasa una campaña política por el adecuado o mal uso de las encuestas, y siempre, se deriva de la forma en la que los políticos que van perdiendo las utilizan para crear confusión y, luego entonces, intentar desestabilizar la opinión pública. Estas tres situaciones son: 1) Guerra de encuestas; 2) Periodo de Confusión; y 3) Período de coincidencia.


La guerra de encuestas inicia cuando el candidato que va perdiendo y su equipo, no aceptan los resultados de una encuesta publicada. En su desesperación por contrarrestar la opinión pública usa datos de empresas no confiables, que en el sector de la estadística se denominan “fantasmas”, porque salen de la nada y de las que no se conoce trayectoria, experiencia, fuentes, metodología y, normalmente, nuca son presentadas por el director o dueño de la casa encuestadora. En el mejor de los casos, son presentadas por el vocero del partido que se ve afectado en las votaciones, sin un documento formal y una estrategia compacta.


Un período de confusión se refiere a situaciones en las que, aparentemente, los resultados de encuestas generadas por empresas confiables no coinciden. En esta etapa cuenta mucho la fecha, el momento, las circunstancias y la forma en que son levantadas las encuestas; sin embargo, si son empresas serias y con estándares metodológicos científicamente aceptados, se pueden comparar entre sí y, normalmente, tienden a estabilizarse conforme avanza la campaña. Hay que acotar que este periodo de confusión no es lo mismo que la “guerra de encuestas”, porque en la medida que se avanza en la contienda, tienden a coincidir sus resultados por las series de tiempo que van unificando; incluso, agregando los resultados de elecciones anteriores. Las empresas poco serias, en cambio, no mantienen registros anteriores y tampoco pueden realizar comparaciones con los resultados electorales previos ya que carecen de bases de datos o series de tiempo históricas.

El periodo de coincidencia es cuando todas las encuestas marcan resultados similares e indican escenarios con alta probabilidad de ocurrir. Es a lo más que llegan las encuestas, sólo como generadoras de “escenarios probables”. Podemos decir que en este momento la discusión pasa a otros niveles: se debaten los resultados de un tipo de gobierno, de una política pública y se tocan temáticas que van desde los problemas más importantes por los que atraviesa el país, hasta la problemática local. A estos niveles se debaten los “porqués” y los “que sigue”. Es en este horizonte de la contienda cuando los candidatos deben asumir la realidad, porque es cuando se acercan las elecciones.


¿Cómo intentar producir un estado de confusión? Para los políticos es muy atractivo intentar pasar de un ambiente estable a uno de confusión, sobre todo, cuando van perdiendo; para ello, utilizan tres tácticas: 1) Presentar encuestas falsas o de empresas con poco prestigio; 2) Reconocer sólo como buenas las encuestas más favorables, así sea sólo una; y 3) Atacar la personalidad, moralidad o ideología del encuestador.


Por una parte, al exponer encuestas falsas o de poco prestigio, entramos en una guerra de encuestas, que normalmente no tiene éxito gracias a que los medios han aprendido a distinguir las marcas buenas de las malas. Por otro lado, reconocer solo una encuesta buena y atacar al encuestador “malo” es un intento de desviar el debate a la moralidad y a la ética de los encargados de hacer encuestas y no al punto central, que es verificar si las encuestas están reflejando la realidad. ¿Los estrategas de campaña están pendientes de los temas importantes o de lo que haga o diga el encuestador? ¿Y la campaña? ¿Y las propuestas? ¿Y los indecisos?...


Es necesario aceptar que la sola lectura de la nota metodológica que incluye cada estudio y que afirme cumplir el código de ética (www.esomar.org) o las leyes electorales vigentes (www.ife.org.mx ), no resuelven el problema; la desconfianza sobre la validez de una encuesta se traslada en forma natural a su metodología, que siempre debe basarse en la guía para leer y realizar encuestas que difunden organismos como WAPOR, ESOMAR y AMAI.


La realidad es que para verificar cuando una encuesta es de calidad, aún y cuando la nota metodológica sea explícita y en aparente acuerdo con estándares estadísticos científicos, debe ser, siempre, acompañada del prestigio del encuestador o empresa encuestadora que se pone en juego cada día y siempre está en constante construcción.


Si esa persona o empresa tiene buen prestigio, la encuesta es creíble; si quien plasma su firma o presenta los datos es conocido y tiene una buena reputación en el medio, es confiable; incluso, el medio en el cual es difundida la encuesta también se juega su prestigio; así que la confluencia de prestigios persona-medio le da el carácter de verdadero-falso a una noticia. No es posible juzgar a detalle cada encuesta publicada pero sí podemos clasificar a encuestadores y empresas según su trayectoria y su prestigio.


En todas las competencias políticas modernas se presenta la discusión sobre las encuestas “confiables” en épocas preelectorales. Una guerra de encuestas inicia cuando el candidato que va perdiendo y su equipo, no aceptan los resultados de una encuesta publicada. La mejor manera de evaluar la calidad de una encuesta es verificando el prestigio y reputación del encuestador, y del medio donde se publica. La confluencia de prestigios persona-medio le da el carácter de verdadero-falso a una noticia.

Leonardo Alvarez
 
 
Texto basado en recomendaciones de la Asociación Mexicana de Agencias de Investigación de Mercado (AMAI), http://www.amai.org/; la  European Society for Opinion and Marketing Research (ESOMAR), http://www.esomar.org/; y de empresas como Consulta Mitofsky; Berumen y Asociados; y de la legislación vigente en: www.ife.org.mx.