sábado, 24 de enero de 2015

PIB a la baja, ¿Otra vez?: Pesimismo o cautela…


Algo debe saber la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) del comportamiento de la economía mexicana que el resto no tenemos claro. No hay otra manera de validar el único pronóstico de una institución financiera de ese tamaño que anticipa para este año un crecimiento cercano a 4%.

Esto es algo completamente absurdo si nos atenemos a lo que está pasando con los indicadores económicos de coyuntura nacionales (tipo de cambio, precio del petróleo y peso); pero, sobre todo, con las economías a nivel internacional.

Apenas hace un par de días el Banco Mundial (BM) acaba de revisar a la baja su estimación de crecimiento del Producto Interno Bruto mexicano de 3.5 a 3.3%, una disminución que acompaña a una expectativa menos optimista del crecimiento mundial. El BM ya no cree más que el mundo pueda crecer 3.4%, ahora se ubica en 3% el pronóstico de ese organismo internacional.

El pesimismo recae con más fuerza sobre todo en las economías de Europa y de Japón, que no logran un despegue económico, a diferencia de Estados Unidos, donde el pronóstico alcanza 3.2%, que es un muy buen dato para una economía de ese tamaño. De hecho, Europa y Japón ahora harán lo que Estados Unidos al principio de la crisis en 2008: inundarán el mercado de euros y yenes, respectivamente.

Y en ese escenario, la OCDE y su secretario general, José Ángel Gurría, dejan ver ese amor que le tienen a México con un pronóstico de 3.9%, recargado en el efecto positivo que esperan ver de las reformas estructurales.

Desde la OCDE ven como ventaja tener garantizados los ingresos petroleros vía las coberturas contratadas para este año. Sin embargo, esa optimista visión implica la implementación a plenitud de los cambios estructurales logrados y a la implementación de una segunda ola de reformas que toquen aspectos de aplicación de las leyes y búsqueda de un estado de derecho.

Pero, esto significa que debemos revisar el pronóstico del PIB de México a la baja, sin duda.

Ustedes me dirán que es muy pronto para dar ese paso. La Secretaría de Hacienda proyectó que el crecimiento del PIB quedaría en un rango de 3.2 a 4.2% en el 2015. Es apenas la mitad de enero y ya tenemos motivos suficientes para cuestionar el optimismo del pronóstico oficial.

Posterior al anuncio de la OCDE, que preside José Ángel Gurría, la Directora de Análisis del Grupo Base del Tecnológico de Monterrey, Gabriela Siller, lanzó un pronóstico que está muy por debajo del hecho por Hacienda: El PIB no crecerá arriba de 2.3%. De hecho, podría quedar en una cifra tan baja como 1.8 %.

Los factores que justifican su pronóstico son el bajo precio del petróleo; la volatilidad del tipo de cambio y el alza en las tasas de interés que implementará la FED, a la que seguirá el Banxico.

No es que seamos demasiado pesimistas, pero no tenemos otra alternativa que ser cautelosos. No obstante, ¿Qué tenemos en el otro lado de la balanza para compensar las tendencias negativas?

Hay una alta probabilidad de que haya un aumento de las exportaciones, impulsado por la depreciación del tipo de cambio. Existe también la posibilidad de que haya un incremento de la inversión extranjera, vinculado a la apertura del sector energético y a las oportunidades en infraestructura.

Cuando se trata de ponderar los diferentes factores, es importante destacar el papel que juega la incertidumbre. No sabemos cuándo tocará fondo el precio del petróleo ni tampoco cuánto tiempo más durará la fluctuación de las monedas internacionales (dólar, euro y yen). Lo único cierto es que ambas variables se cocinan a escala global y México tiene poca capacidad de influir en ellas. Eso no impide que tengan un enorme impacto en el desempeño económico de nuestro país.


El precio del petróleo afectará más allá de que se tengan coberturas para garantizar los ingresos públicos del gobierno federal, sobre una base de 79 dólares el barril. Afectará porque traerá incertidumbre a los ingresos de estados y municipios, responsables del ejercicio de 4 de cada 10 pesos del gasto público. También restará atractivo a los procesos de licitación de campos petroleros y, además, porque hará necesario un recorte al presupuesto de Pemex, como anticipó la SHCP. Pemex es la mayor empresa de México. Una variación de su gasto de inversión tiene un fuerte efecto sobre la economía.

La volatilidad del tipo de cambio genera incertidumbre en los consumidores y los inversionistas. Entre más tiempo dure esta incertidumbre, más profundos serán los efectos en la inversión y el consumo.

No hay manera de validar el único pronóstico “optimista” que anticipa para este año un crecimiento cercano a 4% para nuestro país. Algo debe saber la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) del comportamiento de la economía mexicana que el resto no tenemos claro.

Ser optimista implica pensar que el petróleo detendrá su caída y mostrará cierta recuperación. Quiere decir también tener fe en que la guerra o danza de las divisas (yenes, euros y dólares) se detendrá pronto. Y que los ingresos fiscales del gobierno no se verán afectados. ¿Usted se considera optimista?

Leonardo Alvarez
@leon_alvarez

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