La función de una cámara, grupo o asociación empresarial, es aglutinar a líderes (moralmente comprometidos) generadores y distribuidores de riqueza para apuntalar las decisiones de gobierno. Es decir, marcar la pauta y acompañar al gobierno en la instrumentación correcta de políticas públicas para cada sector: evaluarlo, acotarlo, rectificarlo: en materia de promoción económica, financiamiento e inversión pública. Desde luego, defender los derechos de su gremio en específico.
Sin embargo, por la tradicional configuración del poder político en Durango, desde hace años, al parecer, no existen perfiles (suficientes) en la iniciativa privada que encabecen iniciativas de los ciudadanos o de un gremio en particular. Los mismos de siempre se reciclan y hasta se inventan cargos honorarios. No existen contrapesos al poder político, y tampoco hay iniciativas que impulsen políticas de desarrollo empresarial. Solo aplausos, caravanas y complicidades.
Padecemos de “slimitos” locales que “protegen” intereses y “adulan” a nuestras autoridades, pero no son capaces de proponer soluciones concretas a la difícil tarea de generar empleo y distribuir la riqueza. Como Pilatos, al final de cada sexenio, lavan sus manos y se preparan para el siguiente periodo. Lamentablemente, los organismos de empresarios bailan al son del gobierno y de los “slimitos”, y esto, francamente, debe cambiar.
Esta no es tarea sencilla. Durante décadas, de acuerdo al sistema político mexicano que padecimos –todavía localmente--, las decisiones de autoridades eran vistas como una imposición de un Estado que trataba a los ciudadanos como menores de edad. Los ciudadanos se sentían relegados de la toma de decisiones, tanto estratégicas como coyunturales, y por tanto, veían al gobierno como un cuerpo ajeno a sus intereses. Esa actitud creó, también, la adopción de expresiones propias de súbditos, y no de ciudadanos. Grupos empresariales hegemónicos y poder político por encima de los ciudadanos.
Hoy en día, los organismos empresariales y el gobierno deben ser transformados de tal forma que sus responsabilidades puedan ser vistas como una extensión de las responsabilidades de la sociedad en conjunto. Los tiempos han cambiado, y los mecanismos de gobierno y promoción del desarrollo económico y social deben también ser diferentes.
Es en este contexto que se hace necesario un pacto real de todos los involucrados en el desarrollo económico local. Un pacto que sea encabezado por personajes con la calidad moral suficiente para promover el interés colectivo y dejar de lado el conflicto, la simulación y la complicidad. Donde se plasme un verdadero liderazgo de las cámaras y asociaciones empresariales locales. Desde mi óptica: compromiso, cooperación y alianza es la respuesta.
Olvidada está en los archivos y en las portadas de la prensa escrita una entelequia denominada “Consejo Estatal de Desarrollo Económico”. Una iniciativa que originalmente apuntaba en dirección correcta, pero que se quedó en intento y en eventos de relumbrón. En pasarelas y salutaciones. Es ahí donde se pueden generar nuevas propuestas e iniciativas. Es ahí donde debe renacer el liderazgo y compromiso empresarial.
La función de una cámara, grupo o asociación empresarial, es aglutinar a verdaderos líderes generadores y distribuidores de riqueza para apuntalar las decisiones de política empresarial. No para bailar al son del gobierno y de los “slimitos” locales.
Colaboración exclusiva para la Revista Soy Durango, octubre de 2010.
Leonardo Alvarez
@leon_alvarez
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