Resulta
paradójico atestiguar cómo después de que se logró la alternancia y se accedió
a mayor competencia electoral, la credibilidad en el árbitro electoral y en
nuestra democracia es cada vez menor. Es una suerte de regresión sistemática
que ha terminado por evidenciar, para mi gusto, el mayor déficit que tiene
nuestra incipiente democracia: la generación de ciudadanía.
El tema
no es menor. Al tiempo que se erosiona la credibilidad en las instituciones
electorales la participación ciudadana en las urnas es cada vez menor. Observemos el caso de Durango entre 1994 y 2016.
Al margen de otros factores, surge uno crucial a la hora de hacer gobierno:
Pobre legitimidad del
ganador y fragmentación política, lo que implica cada vez mayores recursos
públicos para mantener un sistema de partidos totalmente coludidos para
pulverizar el voto de los ciudadanos (oferta multipartidista para dividir y no
para representar), y que los ganadores gobiernen con un tercio o menos de los
votos en condiciones de fragilidad política para avanzar en su agenda de
gobierno.
@leon_alvarez
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