La deformación que tienen las leyes, desde las fiscales, pasando por las judiciales y aterrizando en las electorales, tienen que ver con la inclusión de los intereses de grupo de quienes tienen acceso a modificarlas.
Lo mejor que ha provocado la propuesta de reforma fiscal del Senador Manlio Fabio Beltrones es poner en la mesa de discusión “nuevamente”, un tema que todos evaden y que, inexplicablemente, se ha mantenido quieto porque hablar de impuestos es políticamente incorrecto en México.
A reserva de dictámenes concienzudos de especialistas, sobre todo que emitan un serio juicio sobre el impacto de las modificación del IVA, ISR y la derogación del IETU que se proponen, por ejemplo, la reforma fiscal Beltrones, lejos de ser una reforma que resuelva los problemas de nuestro país, se trata de ponerle presión política al actual gobierno de Felipe Calderón y, precisamente antes de las contiendas electorales, es un “aquí estoy” del líder del Senado para ser una opción alternativa más allá de Enrique Peña Nieto para el PRI. Que, dicho sea de paso, está imparable en las encuestas de identificación y preferencia ciudadana rumbo al 2012.
Lamentablemente, en la propuesta del Senador no se aprecian cambios en los regímenes fiscales especiales, las barreras a la libre competencia, la opacidad en la rendición de cuentas, la no dependencia del petróleo…en fin. La larga lista de fallas estructurales responde a que las leyes se modifican al gusto del político en turno, y para goce y disfrute de las generaciones posteriores de políticos.
Es un hecho que hoy todos los políticos de este país tienen como interés central la sucesión del poder, desde los estados de Coahuila y de México, hasta la federal del próximo año.
No es sólo cuestión de que tengan malas o buenas intensiones de hacer cambios para presumir políticamente que están trabajando, es que los cambios que plantean tienen claramente la intención de quedar bien con ciertos sectores que les serán de utilidad al momento de buscar el poder en las urnas. Ese es el contexto de la reforma propuesta por los senadores priístas aunado al rechazo de sus propios diputados.
Por ello, la propuesta fiscal que lanzan los senadores priístas a estas alturas de las contiendas políticas está llena de trampas, saltos mortales, suposiciones peligrosas. Desde mi punto de vista, es, en resumen, una pieza de retórica electoral con un peligroso trasfondo tributario.
Para no discutir la obviedad de bajar el IVA y proponer una inexplicada devolución de dinero, hay que ver la prevalencia de la tasa cero de este impuesto en sectores que no lo justifican. Sin atender siquiera lo peligroso que resulta la famosa tasa cero.
La primera propuesta de la reforma debería ser la eliminación total de la tasa cero. Incluidos medicamentos y alimentos. Incluidas las tortillas y los frijoles. Por supuesto que también eliminar la tasa cero de todos los sectores que apapacha la propuesta priísta y que no hay manera honesta de justificar. En su lugar, y en ciertos casos, debería haber productos exentos del IVA.
A simple vista suena como una contradicción, algo sin sentido. Pedir que no haya productos con tasa cero del IVA, pero sí exentos del IVA. Sin embargo, ante los ojos de los expertos la diferencia son miles de millones de pesos en devoluciones, muchas de ellas inmorales y de alto impacto financiero.
Pero la trampa está ahí en la propuesta, dejar sectores privilegiados a costa de la carnada electoral de bajar el IVA y bajar los impuestos indirectos a ciertos sectores sociales. Esta propuesta fiscal piensa en los votos, no en el presupuesto.
Siempre he defendido la necesidad de hacer cambios en las arcaicas leyes de este país para poder aspirar a un entorno más competitivo. Sin embargo, siguen existiendo poderosos intereses de grupo que hacen del contribuyente promedio una pieza cautiva y vulnerable de nuestros políticos.
Leonardo Alvarez
@leon_alvarez
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